Karin Bobbert, empresa Kariñola
El olorcito
perfumado de la granola Kariñola-cociéndose en el horno- atraviesa el patio
interior de la antigua casona de Providencia, en la cual se ubican otros 6
talleres de arte. Es en este plácido lugar donde nace el producto elaborado
artesanalmente y desde ahí se reparte a algunos de los mejores hoteles de
Santiago, a selectos locales de alimentos naturales y a clientes que conocen el
secreto que conserva el sabor de la cocina casera hecha con cariño.
La
receta de la granola que produce Kariñola la microempresa que comenzó
hace aproximadamente 9 años tiene como ingredientes el cariño, la fe, la
fuerza y la paciencia de su gestora Karin Bobbert.
Según
cuenta esta emprendedora la calidad de la materia prima que se utiliza en el producto
debe ser de primer nivel, por lo cual ella se ha preocupado de escoger muy bien
a sus proveedores considerando no sólo el precio, sino la calidad de la avena,
del germen de trigo, las nueces, almendras, pasas y el aceite de maravilla. Al
principio Karin compraba en la Vega Central, pero no siempre los productos eran
de la calidad que requería, así es que finalmente encontró la mejor opción:
buscar a los proveedores por Internet y seleccionar, obviamente a quienes
ofrecían la óptima calidad/precio.
-Pero,
empecemos por el principio, Karin ¿cómo y por qué comenzaste con Kariñola?
Estudié Diseño
en la Universidad de Chile y hacía para la venta objetos de arte religioso, copones,
cáliz, sagrarios, aquellos que se usan en ceremonias, no obstante es un sector
que no tiene venta permanente como yo necesitaba para aportar a mi familia .
Entonces, pensaba en algo que tuviera permanente demanda pero que a la vez se
pudiera mantener en stock, si no se vendía en un período. Me regalaron un libro
del cual saqué la receta de la granola.
Comencé a
hacerla en el horno de mi casa y mis primeros clientes fueron un hotelito en
Valparaíso, la familia, amigos, un café en Providencia. Fue un proceso lento
que duró 2 años.
Después de eso
surgió la posibilidad de comprar una casa antigua y amplia en Providencia que
es donde está el taller actualmente. Era bien conveniente porque nos daba la
posibilidad de que mis hijas, ambas licenciadas en arte, se instalaran con sus
talleres. Y así lo hicieron, primero se vino Alejandra, artista en vidrio, y
que hasta el día de hoy está aquí instalada y luego Lorena, orfebre, que ahora
está en Alemania.
-¿Fue
muy largo o complicado el proceso para obtener la autorización sanitaria
correspondiente por parte de la Seremi de Salud?
Mucha gente le
tiene miedo a ese trámite, pero no es difícil. Hay que tener fe y paciencia.
Cuando lo solicité por primera vez, luego de comprar y arreglar la casa de
Providencia, tenía sólo el espacio donde iba a funcionar el taller, entonces no
me lo dieron porque me dijeron que debían verme trabajar.
La segunda vez
me visitaron y ya tenía todo funcionando bien, así es que no hubo problema.
Reconozco que pasé varias horas haciendo colas y esperando, pero al final las
cosas salen.
Lo que sí ayuda
es que invertí en un buen horno eléctrico, ya que si uno utiliza gas las
autorizaciones son mucho más complicadas. Además, mi horno tiene buen
rendimiento y aislación por lo cual el costo de la energía no es excesivo.
La
marca Kariñola que junta cariño y granola, además de la K de Karin, fue aporte
del marido de esta mujer descendiente de alemanes, que a sus 65 años conserva
una vitalidad digna de admiración.
Según
comenta “En la imagen de Kariñola está el sello familiar, porque la primera
etiqueta que yo había diseñado, la imprimió mi hija Lorena en papel kraft (ese
papel café de envolver) y para cerrar la bolsa plástica que envasaba al
producto usamos unos juncos que tenía mi otra hija Alejandra para una obra de
arte”.
Su
tercer hijo Tomás, el “concho” de 23 años, que estudia Ingeniería Comercial es
quien junto a su papá quieren darle mayor proyección al negocio, según confiesa
Karin a la vez que comenta – en forma más pausada demostrando su seria
decisión-que sus planes son mantenerse como empresa pequeña, no desea crecer,
“ahí aflora la artista” acota.
Karin
comenzó con Kariñola cuando tenía alrededor de 55 años, lo cual apoyándose en
estudios realizados en Chile sobre emprendimiento, nos echa por tierra el
modelo del emprendedor joven al estilo Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook. Asimismo, según
los expertos, independientemente de la edad, todo emprendedor necesita tener
una clara visión, la energía para poner en marcha el mecanismo que persiga
dicha visión y sobre todo, perseverancia, virtudes que se advierten en la
propietaria y trabajadora única de Kariñola.
“Para mí este
emprendimiento ha sido un desafío. Un desafío hacer cada cosa, como por ejemplo
tocas puertas para vender mi granola y así he logrado muchas cosas, otras
veces, no, pero hay que volver a intentarlo. Creo en la Divina Providencia y
Dios me abrió los caminos para que las cosas se fueran dando”.
por Macarena Velasco R.
Periodista P.U.C.
Asesora de Comunicaciones
mvelasco.per@gmail.com
Periodista P.U.C.
Asesora de Comunicaciones
mvelasco.per@gmail.com
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