miércoles, 17 de abril de 2013

“LA VIDA ES ESTRÉS, EL ESTRÉS ES VIDA”


Marcela Lechuga es especial. Y no es una aseveración antojadiza, ni a la ligera, pero sucede que una persona que reconoce su hipersensibilidad al dolor, se ha acercado al ser humano en su esencia y comunica sus experiencias, vivencias, reflexiones transparentes que buscan cumplir con su misión de vida: “ayudar a los demás a llevar una vida más satisfactoria y plena” y que logra que algo cambie en quien la escucha, es inspiradora.

Sicóloga Clínica, especialista en Salud, comunicadora social, consultora empresarial e investigadora internacional lanza en estos días el libro “Así es la Vida” de editorial Zig Zag, el cual ya está en librerías y el que trataremos de desmenuzar con ella en las próximas entrevistas con Mundo Mujer©.

Lo primero que advierte en su autenticidad, es que este libro fue un tremendo desafío, porque en su impronta Marcela se ha acercado a la experiencia y al dolor de otros y percibió cómo podía, a través de la comunicación verbal, trascender, comunicar porque sabe Hablar Bien. Sin embargo, su negación era la escritura. Hasta que en una de sus charlas esta sicóloga cuenta que una señora le preguntó “¿todo lo que usted nos ha dicho aquí está escrito en alguna parte?”, junto con su respuesta negativa y la aseveración de la anciana diciendo “yo no me voy a morir hasta que usted lo escriba” Marcela sintió un mandato del alma para escribir, un decreto que fue ratificado por la solicitud formal de Zig Zag para sacar adelante el libro.
Su primer capítulo al estrés, desde una mirada diferente a la habitual.

¿Es posible aprender a vivir con estrés, sin hacernos daño?
Lo primero que hay que aclarar es que el estrés es una condición natural e inevitable en la vida. Hoy más que nunca, en el caso de la mujer por ejemplo, es imposible evitar una vida llena de estrés. Las múltiples exigencias en los campos familiar, laboral, en la pareja, la misma vida urbana, en fin generan muchas condiciones de estrés. Lo que hace o no hace daño depende de la valoración que le demos a las situaciones de estrés y de la evaluación que hacemos de nuestros recursos personales  para hacer frente a estas situaciones. Es decir, si estimamos que no contamos con estos recursos, la situación se transforma en una amenaza, si consideramos que sí contamos, en un desafío.

Así también, el desconocimiento de la conexión entre nuestro cuerpo-mente y alma nos impide usar recursos naturales que están a nuestro servicio desde siempre y es lo que pretendo comunicar en mi libro “Así es la vida”, dar esa buena noticia de que tenemos mecanismos naturales que nos permiten llegar a niveles impensables de estrés sin desgastarnos. Uno de ellos son los ritmos circadianos (vigilia/sueño en ciclos de día/noche) y los otros son los ritmos ultradianos (actividad/descanso en ciclos de 90 minutos)

Sin embargo, tendemos a pensar que el estrés enferma.
Creo que el elemento más peligroso es lo que decimos, es la queja, escuchamos a cada instante “es que estamos estresados”, que “el estrés nos va a enfermar” y comenzamos a contagiar el miedo que en vez de ayudarnos a avanzar nos paraliza. Lo que nos predispone –pero no lo que nos determina– a enfermarnos es lo que se ha definido como “desgaste” o Burnout, un síndrome solapado que va minando nuestra vitalidad. El Burnout es consecuencia de un estrés crónico donde desgastamos nuestros recursos fisiológicos y  personales para afrontar las demandas del día a día.

¿Cómo se manifiesta el “Burnout”?
Es importante diferenciar estar estresado de estar desgastado (en Burnout). Cuando
estamos estresados estamos en un nivel de tensión operacional óptima para desempeñar todos nuestros roles en forma íntegra, en cambio cuando estamos en Burnout nos encontramos en un nivel de tensión emocional que nos lleva al agotamiento general, a la despersonalización o frialdad en nuestras relaciones, a la falta de gozo, de realización personal y frustración. En las mujeres se puede confundir con depresion, en los hombres con estados de irritabilidad o apatía extrema.

Y ¿Cómo debiera tratarse el Burnout?
Es importante dejar en claro que estos estados no se curan sólo con pastillas y tomándose una licencia médica de un mes, porque ocurre que la persona vuelve a las mismas exigencias, a los mismos conflictos, incertidumbres y situaciones que ella percibió como amenazas. Por lo tanto, el Burnout podrá ser superado sólo si soy capaz de rearmarme, de redefinir mi vida y enfrentando las situaciones que consideraba como amenazas en desafíos. Es una invitación a renovar nuestros recursos, porque es  como si siguiéramos usando un programa de computación obsoleto sabiendo que hay actualizaciones que nos permiten lo que antes se creía imposible.

Puede ser muy propio de nuestra idiosincrasia la percepción de sentirnos amenazados por los retos que nos plantea la vida: como  lo son el tráfico, las exigencias laborales, las relaciones con nuestros hijos, con nuestra pareja, que si bien pueden ser fuente de tensión, esa tensión es adaptativa  para crecer y madurar como personas y como sociedad. En vez de eso, las percibimos como amenazas lo que nos lleva muchas veces a sentirnos víctimas de las circunstancias en vez de buscar nuevas formas más creativas que nos faciliten ser protagonistas de nuestras vidas y transformar nuestra realidad.

¿Cómo podemos transformar nuestra realidad?
Mi libro no es de autoayuda. No pretende serlo y tampoco dar “tips”, mi propuesta es ayudar a comprendernos, a crecer como adultos conscientes de  nuestros dones  y también de nuestros déficit.
La vida nos invita a ser protagonista de nuestra  historia y a reconstruirla, a acoger cada momento de ella, integrando lo bueno y lo malo. Sólo así podemos sanar heridas y desarrollar nuevos recursos. Si yo me acojo y acepto mi realidad, como adulto incorporo nuevas habilidades que hoy sí las tengo y que la vida me las está pidiendo, estoy reseteando mi vida y doy el salto que me permite cambiar el switch.

¿Es el camino a la adultez, del cual trata el 2° capítulo de su libro?
Sí, junto con abordar la importancia de aceptar nuestra identidad con las vulnerabilidades, fragilidades e imperfecciones para transformarlas en fortalezas, se señalan algunos de los recursos personales que nos protegen del desgaste cotidiano, entre ellas nuestras habilidades sociales: saber pedir ayuda, saber aceptar una crítica, saber escuchar sin reaccionar a la defensiva.

Y ¿cómo se define, a su juicio, un adulto?
Adulto es un ser que tiene competencias emocionales, sociales y cognitivas. Se auto regula, no sobre reacciona, ocupa el poder de la palabra y es un creativo , un co creador de realidades nuevas.

Este tema será analizado con mayor profundidad en la próxima entrevista de Marcela Lechuga, a través de Mundo Mujer©.

por Macarena Velasco R.
Periodista P.U.C.
Asesora de Comunicaciones
mvelasco.per@gmail.com